viernes, 7 de noviembre de 2014

Secretos de Mamás.

Quién no ha sentido unos ojos escrutadores, una mirada con esperanza, o con la ansiedad de un cachorro que ve llegar a su amo, éstas y más en un sólo sitio: la mesa de tu casa, en donde tu Mamá te mira fijamente o se hace la desprevenida mientras espera tu reacción al probar su comida.
Por esas cosas del destino, y de las cosas que uno hace para ayudarle,  algunos meses atrás me vi obligado a cocinar casi todos los días. La cocina no era ajena para mí, debido a que con mi Mamá tertulié siempre mientras cocinaba, le ayudaba a abrir frascos y latas, era un catador de ingredientes inimaginables para Ustedes, pues siempre me han gustado una que otra cosa cruda, o en proceso de cocción, algunas listas pero sin terminar como lo dice la receta; también porque en la mayoría de casas de familiares y amigos las mejores visitas se hacían en las cocinas.
Cocinar es un reto con uno mismo, con ese 'soy capaz' interior, con superarse, con atreverse sin necesidad de escalar montañas o saltar con un paracaídas, es estar en un laboratorio -como lo decía el Dr. Llanos en sus clases de química en el Colegio-, es ser inventor (probablemente de lo que ya estaba inventado pero que desconocíamos hasta hacerlo o deshacerlo).
En esta aventura culinaria todo empieza por el mercado (haber sido asistente de carrito y chofer de mi mamá también ayudó mucho en mi vida adulta), uno merca, sabe que hay, sabe qué puede hacer. Ahora ¡haga!
Pero una cosa es ser un visitante asiduo de la cocina para ‘asaltarla’, un roedor gigante, o un simple ingeniero de frascos, que sabía hacer uno que otro plato, con una habilidad para abrir latas tratando de mejorarlas para no saturar y dormir papilas de la monotonía con la repetición de sabores, y otra es saber cocinar, además de hacerlo a diario sin aburrir a los comensales.
Ya en el oficio fue que descubrí un secreto, seguramente uno de muchos. ¿Cómo hacen y hacían nuestras Mamás para estar siempre con la mejor actitud? No importaba cómo había sido la despedida, ni el disgusto del día anterior; al regresar a casa siempre una cara amable nos saludaba, y otra expectante nos recibía en la mesa, la de la alquimista que quiere comprobar la aceptación de su fórmula.
El secreto para mí está en La Cocina de Amor, le diría yo, a la mal llamada 'comidita casera', recetas con mayor aceptación que la que se conoce como 'comida de autor', pues maneja más comensales, se paga en unidades sentimentales y es la que se sirve en la cadena de hoteles más grande del mundo: El Hotel Mama (mire en dónde comen los dueños de uno de los mejores restaurantes del mundo http://losinformantes.noticiascaracol.com/el-celler-de-can-roca-estos-tres-hermanos-son-los-1347-historia).
La cocina es terapéutica, relaja, como cualquier oficio que se quiere y que se hace con amor deja unos frutos invaluables; seguramente muchas madres hacen el almuerzo al final de la mañana por estos dos motivos: almuerzo fresco y spa relajante  a la vez. Cuando llegan todos, ¡carita feliz!
Nadie conoce tantos secretos de una casa como quien siempre está en ella, nadie quiere tanto a su casa como la (o el) que le siente como su palacio; los llamados 'oficios de la casa' son hechos con amor, es ahí donde empecé a descubrir ese secreto, de donde nace esa actitud benevolente, de esas miradas generosas, de esos besos y abrazos protectores después de una mañana contra reloj para tener el reino listo para la llegada de los príncipes y consortes.
Camas, baños, salas, cuartos y cubiertos limpios deben estar; almuerzo debe haber. Los primeros son tan obvios que nadie agradece la gestión al respecto; el último tiene la opción de ser reconocido. Y es ahí cuando se asoman de nuevo esas miradas.
Pero no se engañen, como el maestro o el capacitador, la paga al cocinar con amor se recibe por adelantado: uno mismo aprende, crece, da, lo utiliza como terapia. Si algún comensal emite un "¡está muy rico!", aumenta la plusvalía; como cuando el instruido en un salón se acerca porque quiere saber más. Si no, la terapia ya hizo lo suyo.
Tiene tan buena energía La Cocina de Amor, que lo invito a que recuerde a alguien que haya visto cocinando de mal genio, enojado, de mala gana... ¿Lo encontró? Difícilmente lo puede hacer porque la ira y la cocina no la van.
Para terminar esta terapia con los recuerdos de cada uno, los olores, la cocina de su casa, su Mamá luciéndose, la mesa del comedor, las miradas…, dejo este listado de  películas con escenas de cocina, son como un oasis emocional, un neutralizador de malas energías: (http://www.verema.com/blog/blog-restaurantes/1069487-25-mejores-peliculas-cocina-gastronomia).
Espero que mis amigas Mamás, no Mamás, cocineras asiduas y esporádicas no me castiguen con cerrarme sus cocinas después de develar uno de sus secretos para ser tan especiales siempre.









7 comentarios:

  1. Gracias por traer a mi cabeza recuerdos de mi niñez con experiencias parecidas a las suyas.

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    1. Muchas gracias por tu comentario, qué agradable aportar a ese viaje al pasado.

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  2. María Angélica Gallego10 de noviembre de 2014, 3:19 p.m.

    El artículo me devolvió a los domingos en mi casa cuando Mi Mamá podía desplegar todo su arsenal culinario y mantenernos a todos con gran expectativa. Creo que un artículo que automáticamente ponga en nuestro paladar sabores de amor de nuestra infancia merece ser aplaudido !!!

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    1. ¡Mil gracias por el aplauso! Pide que 'desempolven' recetas de esa época.

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  3. Me olió a mi casa, a mi familia, a la comida de mi abuela...

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Agradezco tus comentarios, aquí se vale decir no.