Qué
fácil es decir 'felicitaciones', así, seco o melodioso, sentido o por cumplir.
Tan
automático como saludar, sin mirar a los ojos, entre dientes, por cumplir.
Quienes
felicitan hoy, no saben por qué lo hacen y quiénes permiten que lo hagan, están
seguramente llenando un vacío de atención que poco tiene que ver con aquellas valerosas mujeres que inspira este día.
Fecha
convertida en comercial, pero qué tan lejos de esto.
El
que felicita hoy debería estar consiente que está adquiriendo un compromiso,
con quien felicita y todas las mujeres; porque no podemos ser sólo buenos con
quien queremos, sólo en la iglesia. ¿Las demás? ¿En otros sitios?
Hoy
se lucha por el derecho a vivir y ser bien tratados de los animales. Derecho
que algunas mujeres no conocen, hijas de padres violentos, tíos abusivos,
amigos aprovechándose ese día en que los tragos hicieron perder el sentido,
esposas de hombres que las violan cada que quieren 'descargarse' en ellas
porque es para lo único que sirven (además de exhibirlas); subalternas de jefes
abusivos de su condición de superioridad para todo tipo de acosos laborales y
sexuales.
Mitos
y leyendas abundan alrededor de la mujer, en este mundo mediatizado e
inmediatista, que se cree moderno y de avanzada, pero que en algunos conceptos
como el de la igualdad sigue siendo arcaico. Porque nada más hermoso
socialmente que una mujer infeliz, pero sumisa, que hace todo para salvaguardar
su hogar, por encima -o debajo- de sus derechos fundamentales de igualdad de
cargas, de gastos, de goce, de descanso, de estrés, de sexo, de amor, etc.
Es
un doble ataque, el social que genera la competencia por el macho, de que otra
'arpía' se lo quite, esa que señala y califica a otra mujer con adjetivos que
nunca desearía fueran usados en su contra. Que además se presta para señalar a
cualquier mujer con escote o mini falda como puta, cualquiera, fácil,
vagabunda; que está justificando que la violen. Sin derecho a decir
que NO por provocadora.
La
otra amenaza es más grave aún, la de casa, confundida entre crianza, machismo,
amor, miedo, religión... Un coctel que hay que exterminar con cada uno de sus
ingredientes.
No
nos equivoquemos, todavía hay poco por celebrar, a unas hay que decirles que
empiecen su lucha, a otras que no desistan y a ese pequeño grupo de valientes
encima de la pirámide: que no desistan y sigan siendo ejemplo de que son
valiosas, que sus derechos son inviolables no por ser mujeres, si no porque son
de la misma especie para la que fueron escritos y enunciados los mismos: la humana.
¡Adelante
Mujeres!
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