En una convocatoria
psicopedagógica del Colegio en donde estudian mis hijas, con tintes de auto
exorcismo colectivo, la jornada cerraba con la siguiente pregunta: ¿Cómo se
imaginan a sus hijas dentro de 20 años, cuando lleguen y toquen a su puerta?
Obviamente los lugares comunes llegaban
como cataratas: que sean felices, que sean exitosas, buenas personas, no faltó
el cliché de los hijos y casadas…
Nada más subjetivo que definir
felicidad, éxito, buenas personas, ¿matrimonio e hijos?; ¿quién puede decir que
un mafioso no es feliz cuando saca la competencia del camino en ataúd? O que
ese mismo mafioso se siente exitoso cuando corona, lo que sea, porque en el
ocio loco del poder desmedido cualquier excentricidad es válida.
¿Personas de bien? Este país está lleno
de personas de bien y ‘buenos muchachos’ que fueron a las mejores universidades
del mundo, haciendo mangualas mafiosas de alto nivel para manejar el precio del
papel higiénico, los pañales, los cuadernos, el azúcar, los subsidios de Agro Ingreso Seguro
y tantas otras cosas más como negociar las tutelas, cualquier reparcheo de una
calle de pueblo paupérrimo en Colombia, los desayunos escolares y un infinito
etcétera. Eso sí, van a misa y nuca se confiesan, porque el fin justifica los medios.
Pero bueno, ese era el ejercicio, que
supiéramos que el colegio está sintonizado con nuestros deseos, que halamos
para el mismo lado, que somos un equipo todos los de Primer Grado.
Mi respuesta fue la del desubicado,
seguramente en alguna casa seré ‘el loco ese’, dije: yo quisiera verle el
brillo de siempre en sus ojos.
- - ¿Cómo así?, me dijo una ‘colega’ Mamá y
se auto respondió: ¿el de la inocencia?
- - La inocencia cada día la va perdiendo,
pero no necesariamente el brillo en los ojos. Quiero verle siempre el brillo en
sus ojos.
Después de un rato y de seguir en
círculo el sondeo, dijo la misma señora: me quedé pensando en lo que dijiste y
sí, una sobrina mía es muy exitosa pero no tiene vida. Su familia sufre mucho
por ella.
A lo que le respondí: todo nos empuja a
repetir los mismos patrones: éxito, dinero, fama, “felicidad”, somos nosotros
los que tenemos que tener conciencia que la vida puede ser diferente. Por
ejemplo, ¿por qué cuando las niñas están más frescas y lúcidas en la mañana no
hacen los extracurriculares? ¿Acaso no es eso lo que les gusta, lo que les
gustaría ser?
Me miraron asombrados, como estando de
acuerdo, pero con la incomodidad que genera el que cuestiona el statu quo.
“Ah, y el papá de María José dijo algo
que nos apreció muy bonito: que se le vea el brillo de los ojos”; con ese
resumen terminó la disertación el subgrupo con el que me correspondió
compartir. El foro me miró con ternura.
Dicen que ‘los ojos son el espejo del
alma’, los que tenemos ese don de conocer y leer bien a la gente lo sabemos. Esos ojos, que en el amor o en la vida, te dicen mucho más que un 'no me pasa nada', o que un silencio ensordecedor que oculta quién sabe qué.
Y
al ser Papá, Dios me dio un regalo transparente y puro, para el gozo o la
angustia: el brillo de los ojos de María José, que si en mí estuviera, haría lo
que fuera para que nunca lo perdiera. Pero la poca madurez que puedo tener, me
dice que el brillo de sus ojos, dependerá, dentro de poco, solamente de los pasos y decisiones que tome
en la vida.
Hace mucho tiempo que creo cada vez
menos en lo que me dicen, en lo que me cuentan, en lo que no veo, leo, o
escucho. Y como el buen ocioso que puedo ser, he estado tratando de aprender a
ver la coherencia de las risas, la ropa, el dinero, las fotos, los gastos, el
genio, la vanidad y quién sabe qué cosas más, con la felicidad. Hay un sitio
maravilloso para eso, un café de centro comercial, en el que en las horas de los
desocupados 10:00 a.m. y 3:00 p.m., ve uno llegar mujeres exquisitamente
arregladas, con olores que compiten con el de mi espresso, de lejos
presumiblemente felices, exitosas, buenas personas, algunas madres y otras
inclusive abuelas; de cerca, sin brillo en sus ojos, opacos. Sus cuerpos
además, rígidos del estrés, como delatando una vida encasillada, lejos de lo
que realmente les gusta, de lo que alguna vez fueron sus extracurriculares,
físicos, intelectuales o mentales. A ese sitio le digo la oficina, y cuando tengo tiempo,
desbordo el ejercicio morboso de ver la
felicidad (sea el motivo que sea el que lo genere) en los ojos.
Sigo pensando que ese brillo es vida,
ilusión, esperanza, proyectos, deseo, amor, felicidad, curiosidad, ganas –de lo
que sea, pero ¡ganas!-. Qué lindo sería medir nuestros días por el brillo de
nuestros ojos y el que le producimos a quienes amamos.
Felices..... que sean felices... haciendo lo que se les de la gana pero felices.......... y que esa felicidad y pasión se les note en los ojos ;).
ResponderBorrarSaludos Juan.
Gracias Diana por tu comentario, saludos para ti también!
BorrarMe encanto tu articulo, completamente de acuerdo contigo Juan Camilo gracias a Dios y aunque suene presumida aun conservo ese brillo en los ojos, poniéndole pasión a todo , esta vida es una y es ya y es la mía no hay dos
ResponderBorrarGracias Desi, brillo en los ojos y una bella sonrisa, saludos!
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