jueves, 25 de septiembre de 2014

Cátedra por la conciencia.

En una país como el nuestro donde hay gente tan buena, noble y feliz, también existe, por donde se mire, un ‘volquetado’ de los perores ejemplos posibles para la vida.
En la vida pública nuestros ‘padres de la patria’ sobradamente y con desafortunado éxito prosperan económicamente entre prebendas, contratos, puestos, dádivas, cargos y recomendados. El país no prospera de sus manos porque ellos sólo se las están cuidando.
Por mucho que algunas empresas privadas se esfuercen, en sus pasillos todavía ronda el ‘cepillero’, en la cultura organizacional moderna están esos que a todo el mundo le cae bien y prosperan sin necesariamente ser brillantes y los mejores. En ciudades con alta carga social, con arraigo conservador, oligarcas y latifundistas, ‘la gente de bien’ como ellos mismos se llaman, prefieren trabajar con los suyos. En esos momentos los incipientes esfuerzos por hacer procesos de selección con inclusión y libres de sesgos mueren; dejando una delgada línea de diferencia entre la meritocracia pública y privada para obtener un puesto, una oportunidad.
En los pueblos, la selección es natural, con la industria tan concentrada en las grandes capitales queda poco por hacer: ser político, independiente (para que después me extorsionen y me quiten lo que consigo con esfuerzo), empleado de salario mínimo, emprendedor -¿y eso qué es?-, preguntará nuestra masa emprendedora pueblerina. ¿Estudiar?, claro, estudiar para después ver lo que pasa en la capital cuando se presente a los trabajos públicos y privados. También está la opción de traquetear, de ser policía, de extorsionar para que no me extorsionen, hacer deporte y luchar por un cupo en la capital del departamento y ser beneficiado por Coldeportes.
En fin, podemos seguir con esta sesgada y melancólica baraja de posibilidades que se me ocurren por el momento para nuestros jóvenes, seguramente ojos más positivos me dirán otra cosa. Sólo hago una pregunta, ¿qué tanto de lo que me dirán nos acercan al primer mundo?
¿A qué viene esto? Viene a que en este país no hay acueducto en unos barrios de la ciudad porque los pobres se necesitan para las elecciones, para deber favores, porque esos colombianos en puestos importantes no han querido tomar la decisión de invertir igualitariamente en todos los estratos. Viene a que no creemos en la policía y por eso cada día es mejor ‘solucionar’ las cosas a nuestro modo. Viene a que creemos menos en la justicia, además de que ésta es para los de ruana.
Por esto y más propongo para un mejor país en el futuro la Cátedra Pékerman. Un equipo interdisciplinario de sociólogos, antropólogos, psicólogos, comunicadores sociales, pedagogos y todos los demás ‘ogos’ que hagan falta, deben reunirse ya a construirla para que sea obligatoria en Colegios y Universidades, como lo era la clase de Constitución Política del 91.
Nada en los últimos años ha movido e identificado tanto al país como ese grupo, un nacionalismo y un orgullo que hasta los más escépticos en su amargura no lograron contener, hasta convertirse en una hilaridad desbordante con la esperanza dulce de un mejor futuro.
Mientras estas nuevas generaciones llegan al poder, debemos darles armas para que actúen a conciencia, con la certeza que siempre hay una mejor manera de hacer las cosas, que el esfuerzo tiene resultados, que el crimen no paga, y que tienen el ejemplo de esos ídolos populares: los futbolistas. Seguro eso nos servirá para pasar el puente y un día de estos admirar igual al Doctor Llinás.


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